“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1).
-Consternados asistimos cada día con el telenoticiero a la repetida película de siempre: atracos, violaciones, estafas, robos y rapiñas, violencia doméstica y escolar, asesinatos y crímenes espeluznantes.
-Mientras tanto los ciudadanos claman a las autoridades públicas pronunciando la palabra que creen culpable en nuestra sociedad:
- ¡Inseguridad!
-Luego, se aumenta el número de efectivos policiales proveyéndoles de chalecos antibalas y mejores armas. Se compran flamantes vehículos patrulleros y se instalan cámaras en calles, esquinas y negocios. Se colocan tobilleras que controlan los movimientos de los peligrosos cuando andan sueltos.
-Nada los detiene: matan primero y roban después. Ya no se dice como los bandoleros desde milenios: “La bolsa o la vida”. Eso quedó obsoleto.
-Los Ministros y Jefes de Policía responden a los reclamos por inseguridad diciendo: -Deberíamos dedicar tres funcionarios policiales para custodiar las 24 horas del día a cada ciudadano ¡pero ni aun así podría garantizarse la vida de nadie! Han matado al custodia primero y a su protegido después.
- ¿Quién es culpable de esta angustiante situación?
- ¡Yo soy culpable! ¿Y por qué yo? Por la complicidad de mi silencio. Me quejo con los demás porque la violencia campea en las calles, los hogares, colegios, iglesias, comercios y los sitios más insospechados.
-Hay ciudadanos que piden la pena de muerte; otros la cadena perpetua; otros que se incrementen todas las penas; otros a que se confine a delincuentes y criminales a trabajos forzados en islas lejanas de la costa. Muchos: a que los jueces venales vayan presos.
-Nadie quiere confesar el problema real: una sociedad sin Dios no admite los pecados. ¡Ayúdenme ustedes!
Cordiales saludos
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